No quiero ser Rey, de Margarita del Mazo y Yael Frankel

No quiero ser Rey, de Margarita del Mazo y Yael Frankel es un precioso álbum ilustrado, recién publicado por Canica Books, que nos hace reflexionar profundamente incluso tiempo después de haber acabado la lectura.

En un reino muy lejano, nació un niño.

Tenía cara de niño, cuerpo de niño y una corona en la cabeza.

Le llamaron Príncipe Luis. 

Con solo abrir la boca, Príncipe Luis podía conseguir lo que quisiera: juguetes grandes y pequeños, medianos y diminutos.

Atención no le prestaban, porque siempre estaban ocupados pensando en el enemigo o recorriendo el Reino de arriba a abajo para protegerlo. Pero le daban todas las cosas materiales que pedía… y más. De hecho, cuando pidió una manzana, los reyes le plantaron un árbol que le dio cien. 

Al Príncipe Luis la idea de ser Rey no le gustaba. Allí nadie le hacía caso, era muy difícil encontrar alguien con quien jugar. Así que a todo el que pasaba le pedía que por favor le quitara la corona porque no quería ser Rey.

Su educación parecía no funcionar y todos andaban preocupados por el porvenir del próximo Rey.

Finalmente los temores de los Reyes se confirman y uno de los pocos soldados del Reino confirma que el ataque enemigo llegará en breve. Ay, si el Príncipe Luis se hubiera tomado en serio sus estudios, si hubiera aprendido a usar las armas, ahora podría defenderles… pero el había preferido pasar todos estos años pintando.

Esa noche nadie podía dormir. Príncipe Luis tampoco. Estuvo con las pinturas hasta altas horas de la madrugada. 

Se lo había pasado tan bien y estaba tan cansado que ni se dio cuenta de que había perdido la corona.

A la mañana siguiente, el reino estaba intacto. Hubo abrazos, bailes y risas.

¡El enemigo había pasado de largo!

Nadie supo jamás por qué.

¿Vosotros si entendéis el motivo por el que el enemigo ha pasado de largo?

Como adelantábamos al principio de nuestra reseña, No quiero ser Rey es un álbum ilustrado con mucha chicha, que nos deja pensativos mucho tiempo después de haber terminado la lectura.

Son muchas las cuestiones que podemos plantearnos. En primer lugar, algo que choca a los niños es cómo es posible que los padres del Príncipe Luis no le hagan ni caso, como si su ausencia se pudiera suplir con cientos de cosas materiales que, en realidad, ni siquiera necesita. La ausencia emocional de los padres es uno de los temas en los que más hemos incidido tras la lectura, ya que además estamos ante una historia donde el niño parece ser más cabal que sus padres, que pasan el día preocupados por una amenaza fantasma, que nunca se sabe cuándo llegará, y para la que, curiosamente, no toman ninguna medida realmente efectiva, como sería llenar el Reino de soldados que les protejan. Parece inevitable la evocación de El Desierto de los Tártaros, de Dino Buzzati, obra en la que también se espera un enemigo invisible que nunca llega.

Desde luego, No quiero ser Rey nos permite hablar de identidad, de respeto a las decisiones individuales. Los padres, empeñados en que su hijo sea Rey, están demasiado ocupados para empatizar con su hijo y darse cuenta de que su destino es otro y sus armas son los pinceles, no las lanzas.

El final de la obra nos demuestra que hay muchas formas de enfrentarse a los vicisitudes de la vida y nos deja con la duda de qué clase de enemigo era ese al que han esperado toda la vida.

Sin duda alguna, No quiero ser Rey es un libro infantil con profundidad, que al mismo tiempo emociona a los peques desde una lectura más superficial. Dado que admite varios niveles de lectura, lo vemos apropiado desde unos 6-7 años y para más mayorcitos si queremos hacer una lectura más reflexiva, que cautivará también a los padres.

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